Presentación
En estos últimos meses nuestras vidas han cambiado de forma drástica. Con rapidez inusitada hemos pasado de la perplejidad y la incomprensión al miedo. Se nos ha prohibido acercarnos a los demás; nos han separado de los nuestros. Nos hemos encerrado en casa; hemos intentado aislarnos del mundo. Hemos visto aparecer fronteras invisibles y limitaciones a nuestro movimiento. Nos hemos sentido frágiles y vulnerables. Hemos sentido miedo y ansiedad. Nuestras certezas se disiparon rápido, y hemos podido comprobar que lo que parecían categorías opuestas, cultura/natura, vida/muerte, economía/biología, están más cerca que nunca. Esto nos empuja a revaluar y repensar las formas que teníamos de entender y hacernos cargo de la realidad.
Matthew Fuller y Olga Goriunova, notan como en gran parte de las películas del cineasta ruso Andrei Tarkovski, las casas que aparecen siempre están en el linde del bosque. El hogar, ese territorio de resguardo y protección, nunca anda muy lejos de un bosque, de esos lugares asilvestrados, exuberantes e impredecibles. La barrera sólida que suponen las paredes de la casa, viven en la sombra de un bosque que siempre amenaza con volver a conquistar el territorio que le fue arrebatado. A la que nos despistamos, nuestra frontera imaginaria, el mundo de la cultura, puede ser invadido por las fuerzas biológicas y materiales, por eso que antes llamábamos natura. Hemos edificado hogares, conceptos, ciencias, disciplinas, certezas y verdades, para protegernos de la fuerza, la violencia, la energía bruta de un mundo material en constante transformación. Pero nuestras defensas han caído, y nos toca volver a aprender.
El bosque, no ha respetado límites ni fronteras y se ha metido en nuestras vidas, en nuestras mentes, en nuestras casas. Nos asola una pandemia que nos cuesta entender y que ha puesto la contingencia en el centro de nuestras vidas. La presente crisis se suma a otros problemas cuya magnitud y complejidad aún nos cuesta entender, el cambio climático, la pérdida de diversidad biológica, la proliferación de micro plástico en el medio, etc. Las herramientas interpretativas heredadas de la modernidad, se quedan cortas para entender fenómenos que cruzan muchas realidades, tienen demasiadas variables, condicionantes e intereses contrapuestos. La presente crisis que pone en crisis sistemas de distribución y de consumo, regímenes alimentarios, intereses farmacéuticos, políticas económicas, límites fronterizos, organizaciones comerciales, intereses financieros, relaciones entre especies diferentes y sistemas de gobierno. Una crisis que pone en evidencia tanto los privilegios de humanos sobre el planeta como nuestra fragilidad como especie.
En la actualidad no hay disciplina de conocimiento capaz de abordar esta complejidad. Por ello necesitamos deshacernos del pesado yugo moderno para elaborar saberes indisciplinados y promiscuos, capaces de abordar este embrollo desde la humildad y la incertidumbre. Articular saberes científicos y artísticos. Biología y diseño. El mundo desborda nuestras taxonomías y disciplinas de ordenación de la realidad. Se empeña en recordarnos que los humanos, pese a nuestras ínfulas, somos seres biológicos como los demás. Hemos construido nuestros hogares a expensas de las fuerzas, energías y propensidades del mundo geológico, físico, biológico, material, escudados bajo la idea de que la razón podía dominar todos los rincones de la tierra. Amansar a todas las fieras. Ordenar lo caótico. Que la contingencia se podía conquistar.
Hemos vivido la ficción de que somos seres independientes del medio en el que vivíamos. Nos sentíamos fuertes guardando la frontera que separaba a los humanos de los seres no-humanos. Olvidando que somos holobiontes, seres de seres, mundos de mundos, especies de especies. Nuestra fantasía de protección se desvanece con la certeza del riesgo que puede acechar. La frontera que hemos creado en torno a nuestra noción de individuos, esa ficción operativa, ese sesgo cognitivo, no nos permite ver que siempre somos parte del ambiente. Que somos con otros, con otras, que somos legión, somos y contenemos multitudes. Somos bosques, selvas y prados, pero bosques al fin. Cuando nos damos cuenta de nuestra porosidad, cuando notamos que las ventanas siempre estuvieron abiertas, la ficción de lo íntimo se desvanece.
Con el objetivo de ahondar en estos debates y crear espacios para pensar y hacer de formas diferentes presentamos una nueva edición de la “Escuela de verano de diseño, ciencia y diversidad”. Proponemos un desplazamiento y os invitamos a pasar tres días en un bosque, en el parque natural de Requesens. El objetivo de esta edición es seguir viendo cómo se puede articular el arte, la ciencia y el diseño. Cómo podemos entender la noción de frontera biológica, política y cultural. Cómo podemos pasar de un paradigma marcado por la independencia a pensarnos desde la interdependencia. Cómo aprender a habitar saberes frágiles, sutiles y tentativos. Cómo hacer desde estas intimidades frágiles que nos exponen a lo biológico, lo vírico, lo geológico, lo cultural y lo social. En definitiva, es una invitación a desaprender nuestros conocimientos expertos para testear saberes comunes, intuitivos, estéticos y científicos.